Se encendió un fósforo.
O dos.
O tres.
Volvió la risa contagiosa a inundar las calles repletas de paquis,
tiendas con olor a incienso y con comida macrobiótica.
Por un momento me sentí que retrocedía uno años, y hasta me sentía azorado.
Acalorado.
Te mentí en algunas cosas, pero es que te conozco al dedillo.
El respeto es fundamental para que las flores florezcan,
las cosas fluyan, la charla se anime,
la conversa se atropelle y me siente como un perro con su amo después de un día de curro.
Volver a hablar de algo de poesía o el dolor de la vida circunspecto a un fragmento que pasan
fugaz.
Volví en volandas, pero tú no mirabas,

ya bajabas la ancha avenida.

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