Qué duro sienta el frío,
 con una sola camiseta puesta,
una camiseta antigua de Alice in Chains....
Qué te cuento?
 qué se me joden los huesos?
Qué cada vez tengo más canas?
qué te pienso y repienso? Y quiero borrarte desde la matriz?
NO PUEDO/NO PUEDO/NO PUEDO/
JODER/MIERDA/MIERDA/JODER/
Se me astillan los húmeros y las clavículas,
los cafés no logran disipar la niebla
 instalada en mis pupilas hartas de llorar.
Estoy en un locutorio de mierda,
en una ciudad de mierda,
 con edificios y gente no muerta,
 zombies de mierda  con sus moviles de mierda.
Hoy no sale el sol, hoy no lloran los árboles más hojas, por qué se han cansado, y están impertérritas.
Del vómito.
la mentira crece y absorbe el vórtice, donde croan ranas pintadas de guerra, los sapos gritan
con lenguas bífidas, y la aguja cada vez está más y más cerca de la vena.
Se encendió un fósforo.
O dos.
O tres.
Volvió la risa contagiosa a inundar las calles repletas de paquis,
tiendas con olor a incienso y con comida macrobiótica.
Por un momento me sentí que retrocedía uno años, y hasta me sentía azorado.
Acalorado.
Te mentí en algunas cosas, pero es que te conozco al dedillo.
El respeto es fundamental para que las flores florezcan,
las cosas fluyan, la charla se anime,
la conversa se atropelle y me siente como un perro con su amo después de un día de curro.
Volver a hablar de algo de poesía o el dolor de la vida circunspecto a un fragmento que pasan
fugaz.
Volví en volandas, pero tú no mirabas,

ya bajabas la ancha avenida.
Fueron los instantes exactos /con el que nos jodieron por primera vez/
/con Haloperidol/El líquido diseminándose lentamente por tu cuerpo/
La primavera vez/
/Esa que jamás olvidas por temprana inocencia/
/El sueño y el no retorno/
/Para Siempre/
/al País de Nunca jamás/
/la aguja intramuscular/
/clavándose en el reloj del turno de noche /del hospital psiquiátrico/
/En la nuca/
/aguijón certero/

Las pastillas, substituyendo otras/
/Unas para dormir/Otras para acallar/ Otras para babear/
Y entrar en el laberinto de Cíclope/en un túnel lleno de brea/
/Días de febrero dónde siempre hay ventisca y hace frío y llueve/
Fueron los instantes exactos /con el que nos jodieron por primera vez/

/La primavera vez/


El insomnio  me arroja a guardar el sueño mal dormido, en los
cajones de mi mesita de noche. Junto con las prescripciones de sedantes ineficaces,
tabaco de liar y un viejo mineral que me regalaste hace un año.
La calle resuena desierta. Las seis de la mañana. Un libro de Zoé Valdés, me hace pensar,
profundamente en la miseria que a veces hemos de transitar las personas, hasta alcanzar algo de luz.
Hasta alcanzar, solo un poquito de luz,un suspiro en el camino, y vuelta a empezar.
Este calorcito delirante de finales de octubre, justo antes de la fecha de mi cumpleaños me está
zarandeando las entrañas.
Quiero el gris plomo del cielo, el frío que entrecorta y paraliza durante unos meses, el devenir de las semanas y permite ralentizar un poquito las cosas.
De vez en cuando suena el sonido de un coche, que lame el asfalto de la calle. Pero el sonido de la
la casa a silencio, agolpa los pensamientos en mi cabeza. La conexión a internet es lenta.
La televisión aburre a las piedras. Y ya no sé si dar más vueltas en la cama, o darme una ducha caliente, o proseguir con la lectura de “la nada cotidiana”.
Me escuecen los ojos.Hay que dosificar las energías para un largo día en el que algarabías
irritantes de coches, motos, y demás animales urbanos que destruirán este amable silencio nocturno.
El insomnio es una mierda.
No sabes cuando va a venir. Cuándo se irá. Rezas al acabar el día, por dormir el máximo de horas
posibles y te preparas en un ritual de oraciones y pensamientos positivos.
Pero a las cuatro y media o las cinco, el reflejo de ése crujir de huesos por dentro, de ésa alma

que se parte por alguna razón concreta, hace que tu sueño también se parta.

Te podría explicar tantas cosas...
Podría ponerte al día mientras tomamos un té o un café. En uno de aquellos baretos del raval .
Pero me estoy encerrando, de golpe, como un tomo grueso de geografía, de esos,que mi nuestros padres guardaban,en las estanterías del comedor de casa, para que consultáramos cosas para los trabajos.
Te podría explicar cosas nuevas.
Cosas nuevas de mi nueva vida.
 Pero no me apetece.
 No creo que me apeteciera.
 Ni que a ti  te apeteciera.
Por eso, a veces, los jueves, o los viernes, me cojo el metro.Linea amarilla y me bajo a la Barceloneta. A ver el mar.el mar azul. El Mediterráneo. Porqué creo que el salitre, y la sal o el yodo
o la tristeza  debe venir de algún lejano transportado por el mar.
Me quito los zapatos.
Ando por la arena gris. Con los pies desnudos.Extraña sensación.
Veo la espuma.Siento disconformidad
y yo me tan tan pequeño.
tan pequeño
tan pequeño
 Cierro los ojos y veo el azul del mar juntarse con el horizonte en una línea que duele
como un puñal. Está lejos. Tu, estás lejos. El Raval queda lejos,la infancia queda lejos, y siento un impulso por llamarte y contarte un montón de cosas que no sabes.
Qué no forman parte de ningún libro. Ni de geografía, ni de álgebra, ni de poesía.

Y recapacito.Atardece. Me pongo los zapatos. Otro día.Otro día. Otro día.

Ólafur Arnalds ~ A Sudden Throw

destruirme para volver a ser

Dejar los ojos cerrados. No oír nada. Dejar inertes las falanges de los dedos
hasta que se enfríen. Si pudiese, dejar que latiera el corazón unas horas
y convertirme en en una piedra. En una piedra gris y pesada.
Ser cemento. Ser farola.
Convertirme en un semáforo en ámbar en una gran avenida. O acaso un poste de luz eléctrica.
Ni respirar, nada.
Convertirme en una playa devorada por un temporal. Convertirme en el viento que azota
las yucas del paseo. Todo por dejar de ser y no tener que desear abrir los ojos, desear
el corazón latir o los pulmones para respirar o los ojos para ver.

De nuevo.
No hay semántica para los locos. Hoy he abierto los ojos en mi cuartucho y he mirado mi
reloj de pulsera que me regaló mi padre. Las seis de la mañana. Los locos trazamos parábolas
distintas a los que intentan diseminar químicas estúpidas para dormir nuestras mentes,
engordar nuestras cinturas o borrar nuestros recuerdos.
No hay semántica concreta, ni léxico escrito, ni descrito, para los locos.
Hoy puse el canal de noticias de veinte cuatro horas, y lo estuve mirando, y solo atendía
cuando hablaban de los inmigrantes muertos, en las costas de Malta. Cumplidamente. Yo atendía casi sin pestañear y dejando de lado mi café que se enfríaba. Como un muñeco de esos japoneses que creo recordar son gatos, que mueven la mano arriba y abajo. Arriba España, no te jode!. Y miraba el médico ese italiano que decía “ no, el hombre está bien,mojado, con dolor en el pecho y con un buen susto, pero esta bien, esta bien, benne, benne benne”

y yo decía benne benne.benne.

No hay prescripción médica para soportar media hora de televisión.
Ni aturdido. Ni en un día semi soleado,ni medio dormido, ni medio loco.


Que tendrás tú, que esculpes vidrio, con las palabras?
Me transportas, a simas a las que no he cabalgado, me quedo absorto como un niño de cinco de años,que tendrás tú debajo de esa cerveza, o ese recuerdo a belladona o porro, o poema
de Rimbaud?
Mi ciudad y mi mundo
queda circunscrita a dos etuminas, prisas, una paja y un dormir nervioso escuchando
el camión de la basura.
Transmites vorágine de sensaciones, de imágenes, acaso de violencia en un verbo.
No lo sé. Sólo una llamada me permitió escrutar tu voz. No sé más de ti.
No quiero saber más por si nos separase una cicatriz, una sombra en pleno día, o simplemente
porque fue simple capricho que aquel día ahora hace un año oyera el timbre de tu voz,
y las olas de asturianas.
Tus palabras escupen veneno y sombra,
siembran desorden .
Pero te decía que mi ciudad era muy puta, mi realidad oscura como la ceniza y mis ganas de leerte

y seguir bajo el asombro infinitas.
Yo me he despertado temprano .Al amparo inquietante de unas pesadillas que huelen a
pastillas y a caos mal digerido. A estas horas tú duermes. Tú. Que, no tienes nombre, qué
acaso lo tuviste pero ya no lo tienes.Ni tienes forma. Ni tienes cara. En mi reproductor de música, suena apropiadamente algo de “portishead “antiguo de 1997del “Dummy”. Lo mamé tanto cuando yo era adolescente, que los días de lluvia como hoy, me encanta ponérmelo y recordar esa voz de Beth Gibbons rota con el cigarro en la mano, el tempo tan lento y esa tristeza que se instauró tan adentro dentro de mí,y dentro de ésta Barcelona tan puta.
Te hablaba a ti querida, mi niña, a tus pechos, a tu mirada de vidrio, a tu pelo largo, también perdida en alguna cinta de casete vetusta, en algún amor que guardabas en secreto para ti. En tu corazón enorme.
En tu escuchar que tanto te enaltece. Pero tu ahora también tu duermes aturdida bajo algún
fármaco, y te dejaste la radio encendida repitiendo cualquier melodía con interferencias.
Pero tu ya no eres tu. Querida. Tú, ya no eres tu.
Pero te escribo porque llueve y hace frío y debes estar enroscada bajo un edredón,
al otro lado, a ése otro lado extraño, en esos sueños, raros de los que siempre volvemos
con pereza o por la mañana o la tarde o la noche. Algunos nacieron para soñar.

Creo que tú, eras una de esas personas.

Dead Can Dance "Yulunga" 2005 HD

III

Venía expuesto en la perfección que descendía del rayo.
La tormenta 
arremolinaba la negrura del gaznate
 del diablo sobre la ciudad
un viernes de otoño que supuraba
 desde la montaña hasta la playa pájaros
que volaban enajenados.
Y de golpe el caballo blanco cabalgó y cabalgó
 desgajando y rompiendo
de lluvia y granizo desde el horizonte, relinchando,
la ciudad se iluminaba en un cúmulo de
 destellos azules sin sonido,
la tormenta azotaba la ciudad condenando
 la bajeza de los actos últimos
de los urbanitas que andaban riendo sin ver nada, mojándose,
y así fue como el caballo blanco se elevo por los cielos y por encima de la tormenta

Ni la ciudad, ni nadie que viviese en ella, era digno de su mirada.

ANASTASIS

Que quedaba tan distante en una misma ciudad.....
 Dos....

Solo dos paradas de metro.
 Dos mundos equidistantes y trémulos.

Porque la memoria muere
 o es el miedo el que hace temblar el pulso  y hace
inclinar la mirada al suelo, olvidar.
 Coger un lápiz y dibujar una línea que quiere ser algo que permanezca
imborrable como una un tatuaje escondido.
Dos paradas de metro nos separaban.
Eran dos.
 Pero creo que ahora nos separa la quietud de un vaso de vino
rojo como la sangre.
Nos separa el tiempo viciado que se deshojó y se perdió en espacio, orden y tiempo y quiere volver
pero se retuerce como un pez con un anzuelo en la boca agonizante.
Las calles son de cartón en una tormenta hambrienta de agua, granizo, viento y destrucción.
No nos quedan ni libros, ni películas, ni poemas que leer, no queda ni ceniza, ni colores.
Queda un exoesqueleto perdido.
Si la Muerte Puede Bailar, sonaría a “Anastasis”, a “Dead Can Dance”, y lo haría en un trance

que aún estaría por sonar

ella

/Clavaré punzones sobre mi pecho/
/Esperando que el delirio rompa el génesis/ 
del grito ahogado de una 2 de la noches/
insomnes del semen/ 
/en el pijama seco/
/cabalgando libros en vela /
 y tus fotos en la repisa de la ventana con el ladrido seco/
/del perro negro/
/qué más te da que un día te amase
/ sin mesura/
/que quisiera tus pechos y
/tu pubis/
/para mí en un sueño perverso/
/Clavaré punzones en mi pecho/
/Me comeré las uñas hasta que duela/
/ Y comeré las semanas pasadas y los días/
/y los días que borraron mi risa/
/a las 4/ o las 5/
o ya de día/

/me dormiré en la cuna de nuestros días/

Viento de Invierno

Me soltaste de tus manos,
me susurraste al oído, 
con tu voz cálida,
 pausada y reconfortante:
Anda, camina.
Anda, camina.
No temas. 
Mi niño, ni porque en esta noche de invierno, no haya luna, ni por nada, en la vida.
Hace un frío de esos que te corta la respiración.
No temas lo que esconden, cipreses y cedros, ni lo que te ulula el viento
del norte.
Anda, camina.
Anda, camina. Y fíjate allá al sur mi niño pequeño.
 en el resplandor que emanan las
luces de la ciudad.
Ve, que yo no puedo acompañarte.
Ve hijo mío por el camino que tantos días hemos andado juntos.
Y no temas.
Y ella, me soltó la mano.
 Y a pesar de la oscuridad pude ver sus blancos dientes
y bufanda roja raída por el tiempo.
Creo que luego enfermé.
 Y temblé.
Y temblé.
Temblé de miedo.
Por qué me pareció que ella se hizo polvo.

Se hizo polvo.
Se convirtió en polvo y se fue
se fue
volando con el viento.