III

Venía expuesto en la perfección que descendía del rayo.
La tormenta 
arremolinaba la negrura del gaznate
 del diablo sobre la ciudad
un viernes de otoño que supuraba
 desde la montaña hasta la playa pájaros
que volaban enajenados.
Y de golpe el caballo blanco cabalgó y cabalgó
 desgajando y rompiendo
de lluvia y granizo desde el horizonte, relinchando,
la ciudad se iluminaba en un cúmulo de
 destellos azules sin sonido,
la tormenta azotaba la ciudad condenando
 la bajeza de los actos últimos
de los urbanitas que andaban riendo sin ver nada, mojándose,
y así fue como el caballo blanco se elevo por los cielos y por encima de la tormenta

Ni la ciudad, ni nadie que viviese en ella, era digno de su mirada.

1 comentario:

mareva mayo dijo...

ensoñación que me lleva a Lautreamont, cortina de opio y aquellos pasos cuando no había tierra debajo y sin embargo crujía por las venas

lo imagino en tu voz a lluvia de los lunes sin dormir, no parpadees, que el relincho incendia las pupilas y va a tirar las puertas

;)