Así levantó el vuelo el cielo,
cabalgando nubes de algodón naranjas.
Un mercurio líquido que inflaría sus venas
hasta romperlas,
urdir no ojos azules, por que ésos eran DEL MAL.

Voló hasta la montaña alta, para ver, el mar a sus pies,
la felicidad eléctrica de dos minutos
que espantaban curanderos y paganos y músicos
y alcaloides que sólo él...
Y sólo él conocía.

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