"La nada cotidiana" por haber leído a Zoe Valdés


El cielo está preñado de nubes de algodón, 
la temperatura es atemperada para estar a finales de noviembre. 
Las hojas, si embargo se despojan, abrigándose, al ulular del invierno que está,
a la puerta de la esquina, y nadie percibe.
En una semana es probable que la Península quede invadida por vientos del Norte, aires polares,
y lluvia. Pero nadie da crédito a las informaciones de Yocandra.
Yocandra no está triste. 
Ni confusa.
 Ni inalterable.
- Es eso posible?!
Tantas contradicciones a la vez?
Cosas de quienes tejen madejas o ovillos sin deshacer aquellos nudos, que pertenecen,
a la vida.
Lo que haga Yocandra es cosa suya.
 Cosa de su personalidad impredecible y cada vez, más acertada:
Seguir las directrices marcadas. Dejar de llorar.
por que llorar, no es cosa de hombres.
Pero Yocandra se siente un agujero en un punto de materia oscura,dentro del Universo.
Como esa canción de “la niña imantada” de Love of Lesvian, grupo que ella dijo:
-éstos triunfarán!-con cierto atino, pues, hoy son mas conocidos que cualquier d.n.i.

Yocandra está desconcertada.
 Rota, pero impasible.
Yocandra ha perdido la voz. 
Ya no habla.
Habla su conciencia, su parte racional, la que es dirigida por una marioneta,
y se ilusiona por la posibilidad, de que el Invierno de un portazo al Otoño pero ella
disimula muy mal.

Esto le sucede a Yocandra de tanta química, tristeza, melancolía, desconfianza y poca fe en las personas.
Para Yocandra, jamás volverá a tener sentido el amor, o la compasión o la fe en sus amigos.
Por que éstos son como ella.Marionetas o veletas o trapos colgando de viejos tendales.
Solo un milagro atendería para que éste personaje, de Zoe Valdés tomara un pulso distinto.
Pero ella sueña con la nieve y el frío y recuerda algún acto de amor que pasó hace demasiados
años.
Por eso, tal vez se quedó muda, y tal vez, jamás vuelva a recuperar, su voz.

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