pensamiento fugaz de viernes por la tarde

El tiempo pasa con enorme celeridad. 
Ya dejamos atrás la crudeza y la apatía del invierno,
los días se alargan y al mediodía, con el permiso de algún día de lluvia que aunque se distancian entre ellos,
unos de otros con clara evidencia, cuando llueve lo hace con una violencia inaudita,
decía apetece estarse al sol al mediodía a sintetizar vitamina D.
Los días de la semana se me están encorsetando en una monotonía peligrosa.
El mismo café de la mañana.
El mismo día para la compra.
El mismo bus con su trayectoria...
Se supone que yo debería estar rabiando de alegría por ser una persona más “normalizada”,
menos “freaky, por ser por fin alguien que lleva una vida casi normal.
Pero no es así.
De cara a la galería sí, para mi mismo, ni por asomo.
Cuándo entro en el autobús y veo a toda esa gente enchufada a sus móviles...
 Disfrutando de algo tan ficticio y superfluo,como el “whats up”o el típico juego,
el” saga crush candy”, me deprimo y subo el volumen de la música de los auriculares
y me esfuerzo por seguir las siluetas de la gente o los edificios que pasan raudos y veloces.
Tal vez estemos evolucionando como especie,
seremos el “homo estupidus”?
No lo sé.
Me sigue emocionando unos ojos hermosos, una mirada que cautiva, una risa especial,
me quedo como un niño pasmado con los cielos encendidos de color rojo al atardecer,
por eso decía...

no quiero “normalizarme” del todo.
Seguir traspasando la línea, y ser un poco loco,
y no convertirme en lo que nunca quise ser:
una persona adulta que ya no recuerda, el niño que lleva dentro.


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