Miro caras absortas
y llego a intuir las cantidades de litio que deben circular por las venas azuladas
de ésas personas a las que les están robando el alma, la existencia, y la vida poco a poco.
Pongo la mano lentamente,en posición de mendigo, antes de  comer.
Rutina macabra.
Pastilla amarilla, la mitad.
Líquido amargo mezclado con zumo de melocotón.
y después, la comida.
Un día y otro, un día y otro.
Por las ventanas intuyo que luce el sol.
Amortiguado por pinceladas de nubes blancas.
La gente ríe  desmesuradamente, los pacientes número tres y catorce.
Yo y el paciente treinta y dos nos miramos.
Hasta cuando?
Qué pretenden?
Mierda.
he  vuelto a olvidar el nombre del cancerbero, de amable sonrisa que vela para que nada ni nadie
rompa el silencio de ése hospital.
Después, en diez minutos, viene el sueño.
Viene el sueño de plástico, el sueño amorfo.
Y paseas por un pasillo arriba, y lo paseas abajo.
Y cae la noche.
Y debes volver a cenar, y a tomar más pastillas de colores.
Y después, volver a tu cuarto a dormir.
Se oyen risas...
Pero de quién????
Sí, ya ya...de los cuerdos.
Ya no hay tiempo para salir, ni para gritar, ni para no volver a respirar,
simplemente estás:
ahí dentro, despojado de todo cuanto puedas imaginar.

1 comentario:

mareva mayo dijo...

Fascinante que pongas la voz y la tinta sobre esas experiencias que clavan la desmemoria de la lluvia en los huesos, escalofrío leerte y grito y rabia y deseo de que llovamos lluvias de colores en lugar de pastillas, los náufragos unidos a la médula de la mar, con el sueño de vestido..

abrazo inmenso
y que tu tinta siga cicatrizando abismos!!