El dolor adquiere la vastedad de la ausencia que tiene un precipicio en una noche oscura,
su sequedad,
su calor,
su silencio...
la vibración.
La víbora, se enrosca, avisando de su terrible poder,
los pedazos de tierra seca,
se deshacen entre los dedos, de entre las manos,
del cuerpo,
de la columna vertebral.
No hay luna, ni puntos cardinales en el cielo, de noche,
sólo espacio.
Sólo dolor.
Dolor.
Te había hablado del desierto ese, que no figura en ningún mapa?

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