No sé cuando remitirá esta bajeza,
este mirar los chopos del parque dónde juego con la perra, 
los cuales  hacen doler mis huesos y no permite observar qué hay más allá
dónde alcanza mi mirada...
Parece haberse instalado en el barrio, en mi portal, las calles empinadas,
una melancolía extraña..
Una sensación efímera pero intensa de querer que todo se acabe.
Una melancolía del frío y las nubes y sobretodo a la lluvia,
que teclea una música, conocida...
que sabe ….
a tranquilidad y a confort....
una melodía que no cansa pero tiene un final,
cuándo ha pasado la vorágine de la tormenta.
Habrá que dar paso a la luz cegadora, al calor,
a la vida que sucede al invierno,
y a acostumbrarme,
a dejar de lado jerséis, la gruesa ropa que protege mi piel,
blanca y cansada....
toca el piano para mí...
acostumbra mis oídos a la música de piano...
qué me derrota cuándo estoy al lado del precipicio,
y me adormece...
la música del piano es mi “nana”
de lo que ya no tengo,
y un día acaricie...

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