Los caminos que parecían caminar juntos se bifurcan irremediablemente,
el pasado y el presente se conjugan de una manera letal.
Las casas de mi barrio, ya no son, y mientras camino por las calles de la que fue mi hogar,
me doy cuenta que las que ahora son mis nuevas avenidas y rotondas, hacen romper
en mil añicos, un espejo que nunca tuve que poner de pié.
Bari me responde con lametones y con una cara que irradia felicidad al verme.
Pero nunca la acabo de llevar a la calle Setantí, nunca la acabo de de volver a llevar a casa,
y por eso, me voy de la casa de sus nuevos dueños, con un nudo en el estómago.
Las noches se vuelcan en un insomnio de plástico,
un insomnio que hacen volver a Portishead.
A los 90 y al tiempo derramado por el que hoy, me moriría por cambiar.
Pero no puedo, no se trata de tener en este juego, las mejores cartas...
Si no de jugar bien, las qué tienes.
Yo parezco haber destruido miles de senderos que hoy cambiaran
esta ciénaga de sol disimulado tras las cortinas,
Capaz de cambiar esta soledad que me come los huesos,
y esta sonrisa, a medias,
a medias con la vida,
y con la conciencia.

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