De pronto, todo vuelve a latir,
 todo vuelve a su particular movimiento,
por qué nada se paró.
El mundo no se quedó sin aliento,
no se puso a dormir 14 horas,
no dejó de sonreír,
y las estaciones se dieron paso unas a otras...

Y sólo yo, parecía congelarme de frío en mayo,
o en junio,
y no aprecié las flores amarillas de los Tipuana Tipus
que cubrían los suelos de las plazas de Barcelona,
me parece que pierdo el tiempo llorando,
o escondiéndome,
o fingiendo qué me duele mucho,

qué me duele mucho, la vida.

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