Otro domingo más. Marzo avanza
implacable hacia la primavera, que todo sea dicho parece no haberse
ido nunca. No recuerdo un invierno tan soso y descafeinado cómo éste qué ha pasado.
Domingo. Comida con la family...
intento fallido de siesta. Muchas cosas revolotean
en mi cabeza.
Y a ninguna o casi ninguna atino a
darle solución. Tal vez debería ser menos aprensivo y pasar
más de todo, dejar mirarme tanto el
ombligo...
Por cierto, estoy teniendo unas
pesadillas del carajo. Me voy a la cama pensando y porqué no, decirlo, implorando, qué por favor, me dejen tranquilo, los sueños.
Hoy me levantado varias veces. Las
primeras, he venido como un zombie, al comedor y me encendido un
cigarro, me lo he fumado y he vuelto a enfrascarme en mis pesadillas.
Después,
simplemente, consultaba el reloj y vuelta al inconsciente.
Echo mucho de menos a mi perra. Gracias
a ella, salía por las mañanas, domingos incluidos
a pasear a primera hora de la mañana...
Ahora qué me separé de ella, mi
querida Bari, salgo a media mañana.
Los domingos son mortecinos, la ante
sala de los lunes, qué son sin cabe peor que los domingos,
parece qué, los martes son mejores,
los miércoles ya casi la cosa está hecha y los viernes
trino de de alegría por qué tengo el
finde para hacer lo qué me salga del culo.
Y aquí estoy, escribiendo un texto sin
coherencia alguna, hablando algo sobre los domingos con el pijama
puesto a las 19,33 de la tarde...
Estoy fatal.
Mis próximos 35 años de edad pesan.
Ya no sé escribir poesía.
No sé qué escribir, pero me gusta el
sonido del repiquetear de las teclas del ordenador....
Igual un día, cuento algo, como mínimo
soportable.
1 comentario:
comparto el pijama de las 7, la sangre del absurdo de un domingo no moviendo las ventanas, los agujeros donde abandonarse como lirios a la sobra de la no lluvia y hacerse y deshacerse en soplidos de espiral de calles huérfanas, hoy hecho de menos tu blues sobre las mortecinas calles, tirándose sobre los capós de los coches....
y aún así, aquí resistiendo
besos
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