No hay nada que contar pero hay decenas
de palabras con las que ponerle nombre a las cosas . Al desatino, al cielo color
plata que hoy, cómo un capricho cubría Barcelona cuándo me he
despertado, así
cómo éste viento violento del
nordeste que barría las calles.
Qué bonito es llevar siempre una
máscara para ocultar tu deformidad. Para ocultar tu mierda
de ojeras, tus ojos cargados de miedo.
Tu piel cetrina.
No hay nada qué contar, sin embargo,
aquí estoy. Delante del ordenador, escuchando “múm”.
Sin rumbo concreto, sin salida exacta.
Un sábado más.
Un día más de mierda, de insectos
posándose en mi piel recién salida de la ducha.
Con un compañero de piso, atontado,
qué mira absorto la tele. Algún programa del “Discovery Max”.
Y la desidia, y la tristeza y un
líquido negro y denso cómo el petróleo me subo por las venas de
las piernas y llega a mi corazón y mis arterias las distribuyen por
mi cuerpo hecho jirones.
Después vendrá la cena. Más tabaco.
Pastillas para dormir y alguna lectura liviana.
Y así pasan mis días. No son días,
son fotogramas, sin emociones. Sin brillo.
Son garabatos en blanco y negro.
Mañana,Domingo.
Pronostican lluvia, y más viento.
Ojalá se lleve Barcelona volando con
la tormenta...
...y a mi ...con ella.
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