Venía expuesto en la perfección que descendía del rayo.
La tormenta
arremolinaba la negrura del
gaznate
del diablo sobre la ciudad
un viernes de otoño que supuraba
desde
la montaña hasta la playa pájaros
que volaban enajenados.
Y de golpe el caballo blanco cabalgó y
cabalgó
desgajando y rompiendo
de lluvia y granizo desde el horizonte,
relinchando,
la ciudad se iluminaba en un cúmulo de
destellos azules sin sonido,
la tormenta azotaba la ciudad
condenando
la bajeza de los actos últimos
de los urbanitas que andaban riendo sin
ver nada, mojándose,
y así fue como el caballo blanco se
elevo por los cielos y por encima de la tormenta
Ni la ciudad, ni nadie que viviese en
ella, era digno de su mirada.
1 comentario:
ensoñación que me lleva a Lautreamont, cortina de opio y aquellos pasos cuando no había tierra debajo y sin embargo crujía por las venas
lo imagino en tu voz a lluvia de los lunes sin dormir, no parpadees, que el relincho incendia las pupilas y va a tirar las puertas
;)
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