La ciudad duerme acostada bajo un manto
de ideales, sueños y cuerpos trémulos,
roncando el ritmo del día anterior.
Uno se observa y ve que la luz va y
viene,
que los días de sol, calor y desnudez
quedan atrás,
para dar paso a pieles blancas.
Quién tuviera una bañera para limpiar
todo su cuerpo y frotarlo con el mejor jabón.
El mejor peine para esconder las
prominentes calvicies,
los desusos de la gente,que dormida,
hoy ha hecho el amor,
o lo ha intentado,
o entre sueños, lo ha percibido en la
otra puerta...
La Peligrosa,
la que no vuelve, la puerta tras la que
ves luz.
La ciudad despierta esperando lluvia y
frío.
Esperando termómetros y elecciones,
y gente bondosa y billetes sin marcar,
El silencio.
El silencio si hace de “cover”
de los sueños, la vida pasar,
el esperpento que hace que te derritas
viendo el telediario
mientras palestinos e israelís se
matan;
o como la tele basura ya no asusta;
crea indiferencia;
y porque, hasta leer, resulta cansino.
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